El estado real del mundo en este momento no es que el control se esté perdiendo, sino que las viejas reglas financieras y monetarias están dejando de ser útiles. La moneda se interviene con frecuencia, las tasas de interés se utilizan como herramientas repetidamente, y los sistemas de sanciones y liquidación comienzan a tener un claro carácter político. En este entorno, los países y el capital a largo plazo no están huyendo del mercado, sino reorganizando la estructura de activos subyacentes para normalizar la incertidumbre. En este contexto, el oro y Bitcoin se mencionan repetidamente, pero los roles que desempeñan no son iguales.



El oro es más una especie de activo defensivo. No depende de la confianza en ningún país, ni requiere continuidad institucional. Cuando los países empiezan a darse cuenta de que “las reglas en sí mismas pueden convertirse en un riesgo”, el significado del oro no está en la rentabilidad, sino en reducir la dependencia de un sistema único y proporcionar un colchón en situaciones extremas. Lo que resuelve es “si las reglas fallan, al menos hay algo que es seguro”.

Bitcoin, por otro lado, representa una expectativa sobre la forma futura de las reglas. No respalda el sistema estatal, sino que ofrece una posibilidad al mercado: en un entorno altamente digitalizado y globalizado, ¿existe un medio de valor que no dependa de la emisión soberana, pero que pueda circular y confirmar derechos a través de diferentes sistemas? Cuando cada vez más fondos están dispuestos a valorar esta posibilidad por adelantado, Bitcoin se convierte en un campo de experimentación sobre la futura forma de las finanzas.

Por eso, la atracción de Bitcoin no radica en si es estable hoy, sino en cómo cambiarán las reglas una vez que sea más ampliamente aceptado. Permite al mercado ver por primera vez que la transferencia, el almacenamiento y la liquidación de valor quizás no tengan que estar completamente ligados a la confianza en los Estados y a las instituciones financieras tradicionales. Esta capacidad potencial de reestructuración es precisamente lo que hace a Bitcoin emocionante.

Por lo tanto, el oro y Bitcoin no son una relación de sustitución. Uno responde a “¿qué pasa si las viejas reglas fallan?”, y el otro explora “¿cómo podrían ser las nuevas reglas?”. La atención simultánea a ambos indica un hecho: el mundo está dejando de depender de una única regla de certeza y está comenzando a valorar por adelantado múltiples posibles futuros.
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Vicky_Huavip
· hace10h
👏👏👏
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