El profesor Wang Liqun dijo: "No importa cuán grandiosos sean los lemas de los emperadores feudales, no son más que luchar por el poder, sentarse en la sala dorada, dormir con mujeres, robar riquezas y prevenir rebeliones."
¡Realmente revela la verdad oculta de la historia!
Al luchar por el poder, se gritaba "¡Por el cielo y la justicia!", hablando de "salvar a los civiles de la destrucción".
Pero una vez que se pone la túnica real y se ocupa el Salón Dorado, las "salvaciones" se convierten en banquetes propios.
Después de sentarse en la sala dorada, en la cama del dragón se duerme con las tres cortesanas y las seis concubinas, y en las arcas del estado se almacenan las riquezas del pueblo.
Esas antiguas promesas no eran más que una cortina de humo para manipular la opinión pública.
En las rebeliones, por un lado está la mythología del "soberano divino", y por otro la espada de "la ejecución de las nueve familias".
La moralidad y la ética se dicen con palabras altisonantes, pero en el fondo lo que temen es que alguien imite sus propios métodos de antaño.
La historia es así de irónica: el ascenso de cada dinastía repite el guion de la anterior.
Cuando luchaban por conquistar el mundo, hablaban de benevolencia y justicia; al gobernar, mostraban su deseo personal.
Lo que llaman "el mandato del cielo" no es más que un velo para los vencedores y vencidos.
"Los libros de historia son cuentos escritos por los vencedores, la verdad suele estar oculta en las manchas de sangre borradas."
Mira esa silla del dragón, con tallados de dragones y fénixes en la superficie, pero impregnada de sangre en su interior. La fundación de cada dinastía requiere pisar sobre innumerables huesos; cada cambio de dinastía no es más que un nuevo señor reemplazando al anterior.
El pueblo sigue siendo el mismo, el sufrimiento sigue siendo el mismo.
¿Para qué pensar en la historia como algo tan sublime? Al quitar la apariencia elegante, el núcleo es simple y lamentable: poder, deseo, miedo. Estas tres cosas no han cambiado desde la antigüedad hasta hoy.
La verdad de la historia suele ser tan sencilla que decepciona: todas las grandiosas narrativas, al final, vuelven a lo más básico de la naturaleza humana.
Reconocer esto quizás sea la clave para salir del ciclo de la historia.
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El profesor Wang Liqun dijo: "No importa cuán grandiosos sean los lemas de los emperadores feudales, no son más que luchar por el poder, sentarse en la sala dorada, dormir con mujeres, robar riquezas y prevenir rebeliones."
¡Realmente revela la verdad oculta de la historia!
Al luchar por el poder, se gritaba "¡Por el cielo y la justicia!", hablando de "salvar a los civiles de la destrucción".
Pero una vez que se pone la túnica real y se ocupa el Salón Dorado, las "salvaciones" se convierten en banquetes propios.
Después de sentarse en la sala dorada, en la cama del dragón se duerme con las tres cortesanas y las seis concubinas, y en las arcas del estado se almacenan las riquezas del pueblo.
Esas antiguas promesas no eran más que una cortina de humo para manipular la opinión pública.
En las rebeliones, por un lado está la mythología del "soberano divino", y por otro la espada de "la ejecución de las nueve familias".
La moralidad y la ética se dicen con palabras altisonantes, pero en el fondo lo que temen es que alguien imite sus propios métodos de antaño.
La historia es así de irónica: el ascenso de cada dinastía repite el guion de la anterior.
Cuando luchaban por conquistar el mundo, hablaban de benevolencia y justicia; al gobernar, mostraban su deseo personal.
Lo que llaman "el mandato del cielo" no es más que un velo para los vencedores y vencidos.
"Los libros de historia son cuentos escritos por los vencedores, la verdad suele estar oculta en las manchas de sangre borradas."
Mira esa silla del dragón, con tallados de dragones y fénixes en la superficie, pero impregnada de sangre en su interior. La fundación de cada dinastía requiere pisar sobre innumerables huesos; cada cambio de dinastía no es más que un nuevo señor reemplazando al anterior.
El pueblo sigue siendo el mismo, el sufrimiento sigue siendo el mismo.
¿Para qué pensar en la historia como algo tan sublime? Al quitar la apariencia elegante, el núcleo es simple y lamentable: poder, deseo, miedo. Estas tres cosas no han cambiado desde la antigüedad hasta hoy.
La verdad de la historia suele ser tan sencilla que decepciona: todas las grandiosas narrativas, al final, vuelven a lo más básico de la naturaleza humana.
Reconocer esto quizás sea la clave para salir del ciclo de la historia.