América Latina ha dejado de jugar el papel de pozo de recursos de otros. Con la financiación del Banco Interamericano de Desarrollo y el visto bueno de Washington, la región está pivotando con fuerza—transformando los depósitos de litio y cobre en cadenas de suministro verticalmente integradas en lugar de simplemente enviar mineral al extranjero. Están construyendo plantas de procesamiento, fábricas de baterías, todo lo necesario. Ya no más exportando rocas y viendo a otros países embolsarse los márgenes reales. La transición energética acaba de recibir un nuevo jugador que está cansado de estar en la banca.