El juego está cambiando. Ya no se trata solo de naciones acumulando Bitcoin en sus reservas; algunas van directamente a la fuente y lo están minando ellas mismas.

Desde el reino himalayo de Bután, que opera en silencio granjas mineras hidroeléctricas, hasta Irán, que aprovecha los excedentes de energía para equipos operados por el estado, los gobiernos están entrando en la arena de la minería. Esto ya no es un experimento marginal. Es un movimiento geopolítico calculado.

¿Qué significa cuando los estados soberanos comienzan a competir por las recompensas de bloque? ¿Podría esto reformar nuestra forma de pensar sobre la soberanía monetaria en un mundo descentralizado?