Oxford University Press acaba de soltar su palabra del año, y sorpresa: todo se trata de la indignación. Parece que los algoritmos de redes sociales de 2025 se han estado alimentando de la ira como nunca antes. Cuanto más enojado es el post, más rápido se difunde. ¿Nada nuevo, verdad? Pero tener a Oxford que lo marque oficialmente como el término definitorio del año dice algo sobre dónde estamos culturalmente.
Lo interesante es cómo las plataformas están incentivando básicamente este ciclo. Los comentarios provocativos y la controversia generan clics, los clics generan ingresos y toda la máquina sigue girando. Ya sea que Twitter de criptomonedas se burle de los reguladores o que los influencers provoquen drama para generar engagement, la indignación se ha convertido en la moneda de la atención.
Quizás es hora de preguntar: ¿estamos alimentando al algoritmo, o él nos está alimentando a nosotros?
Ver originales
Esta página puede contener contenido de terceros, que se proporciona únicamente con fines informativos (sin garantías ni declaraciones) y no debe considerarse como un respaldo por parte de Gate a las opiniones expresadas ni como asesoramiento financiero o profesional. Consulte el Descargo de responsabilidad para obtener más detalles.
Oxford University Press acaba de soltar su palabra del año, y sorpresa: todo se trata de la indignación. Parece que los algoritmos de redes sociales de 2025 se han estado alimentando de la ira como nunca antes. Cuanto más enojado es el post, más rápido se difunde. ¿Nada nuevo, verdad? Pero tener a Oxford que lo marque oficialmente como el término definitorio del año dice algo sobre dónde estamos culturalmente.
Lo interesante es cómo las plataformas están incentivando básicamente este ciclo. Los comentarios provocativos y la controversia generan clics, los clics generan ingresos y toda la máquina sigue girando. Ya sea que Twitter de criptomonedas se burle de los reguladores o que los influencers provoquen drama para generar engagement, la indignación se ha convertido en la moneda de la atención.
Quizás es hora de preguntar: ¿estamos alimentando al algoritmo, o él nos está alimentando a nosotros?